¡Prepárense para el Desahogo! -Tertulia laboral

 



Después de varios años sin verse, Ana, Luis y Marta finalmente lograron reunirse en su lugar favorito, el siempre acogedor café el cual bautizaron con “La Cajacha”, haciendo alusión al origen de guapa recepcionista del lugar. Desde el primer “¡hola!” fue como si el tiempo no hubiera pasado. Tras los abrazos y saludos de rigor, comenzaron la charla recordando los tiempos de la universidad, los amigos en común, la familia y hasta que comenzaron a hablar de sus trabajos, sobre los tipos de jefes que cada uno ha tenido que soportar en los mismos.

Ana: ¡Luis, Marta, qué alegría verlos! ¿Cómo están? ¿Cómo va todo en el trabajo?

Luis: ¡Ana, Marta! ¡Qué gusto verlas! “Mi chamba”... bueno, que les puedo decir como que es un verdadero circo. Mi jefe es un político disfrazado de líder. Solo atiende necesidades políticas, sé que él es muy técnico y sabe un monto… pero… su miedo a que le quiten la confianza le ha llevado a bajar la cabeza y aceptar ordenes fuera del margen de las funciones de la organización.

Marta: ¡No me digas! El mío no se queda atrás. Sobreexplota a todo el equipo y no tiene idea de lo que hace. Si fuera por él, estaríamos trabajando 24/7 sin descanso.

Ana: ¡Qué horror! El mío es igual. Todo lo que no sea trabajar hasta el cansancio lo ve como una traición. Y cualquier solicitud que hago, por mínima que sea, es motivo de conflicto.

A medida que la conversación avanzaba, los amigos continuaban compartiendo anécdotas sobre sus jefes y las injusticias laborales que enfrentaban. La complicidad y camaradería entre ellos era palpable.

Luis: Y eso no es todo. Yo también hago de docente algunas veces, porque la norma me lo permite. Pero mi jefe no quiere darme permiso. Dice que si busco otro trabajo es porque no quiero el que tengo, pero, él puede programarme turnos los fines de semana o en las noches, tomando en cuenta lo que me dijo sobre me pregunto si programarme esos horario sin especificar la retribución es porque le importa poco las condiciones de sus trabajadores, ¡Es desesperante!, no piensa si su equipo lo hace por si tiene compromisos financieros que cumplir o la necesitad de atender la salud de un familiar, solo puedo decir que es un negrero y egoísta, quiere todo para él, pero, no dice como retribuir las horas fuera del horario laboral.

Marta: ¡Eso es ridículo! ¿Cómo esperan que alguien sea productivo y feliz en su trabajo si no les dan ni un respiro? Lo mío es similar. Cualquier solicitud que no sea “trabajar hasta morir” es vista como una traición.

Ana: Exacto. Y lo peor es que cada vez que intento hablar del tema, me salen con excusas políticas. Es como si el objetivo fuera mantenernos bajo control en lugar de permitirnos crecer y desarrollarnos profesionalmente.

Luis: ¡Así mismo es! Y ni hablemos de los beneficios. Cada vez que pido algo básico, como un permiso para atender una emergencia familiar, me miran como si estuviera pidiendo vacaciones en la luna.

Marta: Pues sí, y lo más triste es que estas prácticas antitécnicas e ilegales solo están empeorando el ambiente laboral. La gente está desmotivada, y eso, al final, afecta la productividad de la empresa. Es como si no entendieran que empleados felices son empleados más eficientes.

Ana: ¡Totalmente de acuerdo! Pero bueno, al menos podemos reírnos de todo esto juntos. Recuerda aquella vez que nuestro jefe de prácticas nos hizo trabajar un fin de semana entero solo para darse cuenta el lunes que el proyecto no era necesario...

Luis: ¡Jajaja! ¡Cómo olvidarlo! Fue un auténtico desastre, pero al menos nos dejó una buena anécdota para recordar.

Marta: ¡Exacto! Y lo más importante, nos enseñó a sobrevivir en esta jungla laboral. Pero a veces me pregunto, ¿encontraremos algún día un jefe que realmente valore nuestro trabajo?

Ana: Eso espero, Marta. Mientras tanto, seguiremos luchando y buscando nuestras propias oportunidades. Y siempre que podamos, seguiremos encontrándonos para compartir nuestras historias y reírnos de ellas.

Luis: Así es, amigos. En el mundo laboral, los jefes vienen en todos los sabores, y algunos son tan difíciles de digerir como una sopa fría de politigráficos. Pero al menos tenemos nuestros recuerdos y nuestras risas.

Así que, si alguna vez te encuentras con un par de viejos amigos y comienzan a hablar de sus jefes... prepárate para una conversación épica y llena de anécdotas. Porque a veces, la mejor manera de sobrellevar la vida laboral es compartirla con alguien que entiende perfectamente por lo que estás pasando.

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