Encuentro en la gran ciudad: la siguiente página de sonrisas y lágrimas


Ella iba caminando por una gran avenida, con los audífonos los lentes oscuros puesto, ella iba talareando la música que desde teléfono estaba sonando. Curioso el destino hacia donde sus pasos la llevan en automático, el latido de su corazón se adelantó con una arritmia acelerando su marcha dejando atrás el ritmo de la batería de la canción. Levanto los lentes para distinguir mejor a quien venia en sentido contrario acercándose a ella. Su mente se nublo con las memorias de la última vez que se vieron, ¿cuánto tiempo pasó un año? Se preguntó. Caminaba en una ciudad nueva, en una avenida poco concurrida y ahí se encontraban nuevamente ellos. Él se detuvo, saludo cordial, y después del protocolo educado, ella le dijo con voz casual, que desde la última vez que hablamos, el asunto quedó enredado. Quiero aclarar lo que siento, y hoy es el día indicado”.

Ella comenzó diciendo: Oye, ¿sabes qué? Mi vida era como un barco navegando en alta mar, dejando atrás una relación que brillaba como un tesoro en el fondo del océano. Pero, de repente, me topé con un fantasma del pasado que apareció como tormenta inesperada y dejó mi corazón hecho pedazos, como si alguien hubiera estrellado una copa de cristal contra el suelo. Así que me escapé de aquella ciudad, herida como un pajarito que solo quiere volver a volar, buscando un poco de paz para remendar mis alas.

El tiempo fue haciendo su magia, como un chef que mezcla ingredientes hasta dar con el sabor perfecto, y poco a poco fui encontrando ese equilibrio que tanto necesitaba. Y entonces, ¡pum!, apareciste tú. Fue como si una canción pegajosa se colara en mi cabeza y se negara a salir. Desde el primer momento me caíste increíble, como si el destino hubiera decidido atarnos con un lazo brillante, de esos que parecen sacados de una fiesta con purpurina. No fue un truco de magia, pero sí algo inesperado, como si las estrellas hubieran conspirado para cruzarnos en el camino.


Después de ese evento, ¿el gimnasio? Ni lo pensé. Nos fuimos directo a comer pizza, y bajo un cielo que parecía salpicado de diamantes, charlamos hasta que el mundo se sintió más ligero. Quise invitarte a mi casa, pero, ¡ay, qué desastre! Acababa de mudarme y mi lugar parecía el reino del caos, un castillo en ruinas digno de una película de terror. Y aun así, tú lograste que me sintiera como en un cuento encantado, con mariposas revoloteando en mi estómago. Hablar contigo fue como escuchar un susurro del universo, algo tan limpio y bonito que me dejó flotando.

Te confieso algo: me gustabas más de lo que estaba dispuesta a admitir. Era como cuando pruebas un postre y no puedes parar de comerlo. Quería quedarme contigo, explorar cada rincón de tu mundo, sin importar dónde estuviera. Organicé mis planes como si fuera una general de guerra, pero si no lo hubiera hecho, créeme, los habría tirado por la ventana solo por pasar más tiempo a tu lado. Estar cerca de ti era como ponerme mi abrigo favorito en un día frío, algo que me hacía sentir segura y feliz.

Debí haber sido más valiente. Debí haberte dicho: “¡Quiero ir contigo, no me dejes atrás!” y seguirte como una sombra traviesa. Me imaginé después, dándome cabezazos contra la pared, pensando: “¿Por qué no le dije nada?”. Podríamos haber ido juntos a esa boda, reírnos como locos, y quién sabe cómo habría cambiado todo. Me faltó ese empujoncito de coraje, y ahora se me quedó grabado como un pequeño remordimiento que no me suelta.

El día que nos despedimos, sentí un nudo en el pecho, como si alguien hubiera apagado las luces de una fiesta. El corazón no entiende de órdenes, ¿verdad? Siempre vas a tener una parte de mí, aunque suene como esas frases cursis de película romántica. Me hace feliz tener tu amistad, esas charlas donde nos reímos hasta que duele la panza, ese lazo que parece irrompible, como una cuerda bien amarrada.


Los sentimientos son un torbellino, a veces cambian como el clima, pero te quiero muchísimo. Me enamoré de ti, me dejé llevar por la ilusión como una niña que cree en cuentos de hadas. Cada vez que me mirabas, me sentía como una princesa sacada de un libro mágico. Vas a ser especial para mí siempre, y me encanta que sigamos conectados, manteniendo esta chispa viva. Esto no es solo una amistad para mí, es algo más grande, y necesitaba decírtelo, aunque me tiemble un poco la voz al confesarlo.

 

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