Era la víspera del bautizo de Alejandra, una pequeña de cabello liso y suave como la seda, y mirada de estrella, que en su cama, sobre sus sabanas tersas y cálidas como un abrazo de abuela, se dejó llevar por los sueños con calma y cautela. Pero, ¡ay, qué sorpresa le esperaba en su mente! No eran unicornios ni hadas con varitas relucientes. Un duende, pequeño como una manzana, pero astuto como un gato callejero, se coló en su sueño con una sonrisa más falsa que un billete de Monopoly.
Con sombrero puntiagudo y botas que hacían “¡crick, crack!”,
el duendecillo llegó con un saco de dulces que brillaban sin parar.
“¡Alejandra, mi pequeña, ven sin demora para jugar a la ronda!”, canturreó con
voz melosa, con una alegría mentirosa. “Tengo caramelos que saben a pura
alegría, sígueme al bosque, ¡donde la fiesta no termina en el día!”. Pero su
risa sonaba torcida, como un violín desafinado, y Alejandra, aunque los dulces
le hacían guiños, se sintió algo asustada.
Pero, a pesar de la duda, ella comenzaba a ceder, cuando de pronto
un estruendo llegó y sacudió el mundo de fantasía y mentiras. ¡La puerta se
abrió con un golpe de viento! Era Clara, la niñera, con linterna y aspaviento.
Rompiendo todo encanto, todo embeleso.
Al día siguiente, con el sol brillando como un reflector,
Alejandra corrió a su mamá con fervor. “¡Mamá, mamá, anoche vi algo curioso! Un
duende travieso, con botas y sombrero gracioso, de sonrisa falta y voz gansa me
ofreció caramelos, pero su risa era un truco, ¡quería llevarme!”. Su mamá, abrió
lo ojos, por un momento se puso como la nieve, recordó su infancia y dejó caer
una cinta de colores, y con una sonrisa que escondía mil amores, le respondió
con un tono que rimaba y cantaba:
“¡Oh, mi pequeña, qué historia tan loca me traes! Ese
duende, con su risa que a engaños, también me visitó cuando era niña, ¿sabes?
Antes de mi bautizo, con caramelos y bailes buscaba engañarme. Pero yo, como
tú, no caí en su juego barato, supe que era una mentira tanta maravilla.
Nosotras, las soñadoras, tenemos un don especial, ¡vemos más allá de lo que
parece real!”.
Y desde ese día, cuentan los rumores del viento, que el
duende travieso cambió su talento. En vez de engañar con caramelos que mienten,
ahora regala risas que alegran a la gente. Como un payaso del bosque, con
bromas y colores, hace que los sueños se llenen de amores. ¡Alejandra y su mamá
lo vencieron con su luz, y el duende aprendió que la risa es un plus!



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