El Baile del Amor: De la Promesa Eterna al Vuelo Libre


¡Ah, el amor! Ese impulso inicial que nos embriaga sin piedad. Un fuego que se enciende rápido, una quimera en los inicios de la relación. Recuerdo esos días, como capullos que comienzan a florecer. Cada mirada era un poema silencioso, un suspiro que lo decía todo. Nuestras almas, como cometas en el cielo, danzaban en la inmensidad. El mundo era un lienzo de ensueño, pintado con pinceladas de felicidad. Cada caricia, una melodía suave, un susurro en la oscuridad. Éramos dos universos que se unían, sin sombras que los pudieran opacar. Hacíamos juramentos de lunas y soles, promesas lanzadas al viento. Éramos la musa y el poeta, en un dulce espacio compartido.

Pero, ¡ay, la rutina! Esa presencia de paso lento y opaco. Se cuela en el paraíso, marchitando lentamente la raíz. El brillo en los ojos, como estrellas que pierden su luz, se va apagando. Las risas, que antes eran como cascadas, se convierten en murmullos apagados. 

Las charlas profundas, como ríos que buscan el mar, se pierden en silencios sin rumbo. El "para siempre" se vuelve un eco hueco, sin voz ni razón que lo sostenga. Y la magia, ese soplo divino que lo animaba todo, se esfuma sin pedir permiso. El jardín que una vez floreció, ahora se ve árido y sin vida. ¿Será que el amor, como un sueño, necesita más que solo el brillo inicial?

Y así, el final llega, como un telón que desciende en un acto solemne. Sin gritos ni lágrimas, solo un adiós silencioso y respetuoso. El corazón, como un arpa que se ha roto, emite un lamento suave. Pero en el fondo, queda un deseo genuino de que al otro le vaya bien, sin resentimientos. Porque hubo un "nosotros", una historia que el tiempo no logrará borrar del todo. Quedan huellas en el alma, un legado que perdurará más allá de la separación. Una despedida serena, como la brisa al atardecer. Dejando un recuerdo dulce, en cada paso que se dio, por fugaz que fuera.

Amantes de la vida, y poetas de corazón. El amor es un arte que se debe trabajar, una creación constante. Es como un jardín que se riega con paciencia y con la verdad. Un lienzo que se pinta cada día con nuevos sueños y con libertad. No es una jaula ni un grillete, sino la posibilidad de un vuelo sin fin. Es un faro en la noche, un abrazo que reconforta. Que fluya como un río, sin represas ni prisiones. Que nutra la tierra en cada estación del año. Que el amor sea una brújula que guíe, no un ancla que detenga. Que libere las almas y que el alma se atreva a vivir. Que el vínculo sea un lazo de seda, no una cadena pesada. Que el respeto sea el pacto fundamental, que la unión sea plena. Que cada día sea un reencuentro, una danza que no termine. Y que el amor, en su esencia más pura, nos enseñe a vivir con plenitud.

 Asisitido con Gemini IA

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