Si crees que emprender después de los 60 es como aprender a bailar reguetón en tacones… estás en lo cierto. Pero también estás en el mejor momento para hacerlo. Hoy te cuento la historia de Don Lucho, un señor de 65 años que decidió que su jubilación no iba a ser una silla de ruedas, sino una silla de melamina bien diseñada.
El miedo: ese fantasma con voz de “¿y si ya estoy muy viejo?”, Don Lucho tenía miedo. No el miedo dramático de película de acción, sino el miedo silencioso que se disfraza de frases como “ya no estoy para esas cosas” o “eso es para los jóvenes”. Cada vez que veía un tutorial de diseño en YouTube, sentía que el mouse lo miraba con juicio.
Pero había algo que lo empujaba: el deseo de hacer algo útil, bonito, y que no se quedara en el cajón de los “algún día”. Así que se puso sus lentes, se sirvió un café cargado, y se inscribió en un curso virtual de diseño de muebles de melamina. Spoiler: no sabía ni cómo abrir el programa, pero sí sabía cómo no rendirse.
Presupuesto: el arte de hacer muebles con más ingenio que dinero. Don Lucho no tenía capital de inversionista. Tenía su pensión, unas herramientas viejas, y una laptop que parecía tener la edad de su nieto mayor. Pero tenía algo más valioso: manos hábiles, paciencia de santo, y una creatividad que no se jubiló.
Ignorancia: el laberinto con salida, Don Lucho no sabía nada de diseño digital. Lo más cerca que había estado de un plano era cuando armó una parrilla con tubos y fe. Pero aprendió. A su ritmo. Con errores. Con preguntas que sus nietos respondían entre risas y cariño.
Redes sociales: el nuevo taller, abrió una página en Facebook llamada “Muebles con Historia”. Subía fotos de sus creaciones con frases como “Hecho con cariño y tornillos bien apretados” o “Diseño que no se rinde”. Su estilo era cálido, directo, y con ese toque de sabiduría que solo los años dan.
La gente empezó a comentar. A compartir. A preguntar precios. Y él, con ayuda de su nieta, respondía con emojis, corazones, y descuentos para vecinos. Su página se volvió un pequeño fenómeno local. No viral, pero sí vital.
Lo bueno empieza a tomar forma, Un día, una tienda de
decoración lo contactó para vender sus muebles. Luego, una municipalidad lo
invitó a una feria de emprendedores senior. Don Lucho, con su camisa bien
planchada y su sonrisa de “yo sabía que podía”, presentó sus muebles como quien
presenta a sus hijos: con orgullo, con amor, y con tornillos bien puestos.
Sus diseños eran funcionales, bonitos, y con ese toque
humano que no se compra en catálogo. Cada mueble tenía nombre, historia, y una
razón de ser. Y sus clientes no solo compraban muebles: compraban inspiración.
El emprendedor que no se jubiló del sueño, Don Lucho no se
volvió millonario. Pero se volvió feliz. Activo. Creativo. Y sobre todo, útil.
Aprendió que nunca es tarde para empezar, que el miedo se vence con acción, y
que los clics también pueden construir sueños.
Hoy, sigue diseñando. Tiene pedidos cada semana. Su página
tiene seguidores fieles. Y su taller huele a café, madera, y esperanza.
Así que si tú crees que ya se te pasó el tren, recuerda a
Don Lucho. A veces, el tren no se fue. Solo estaba esperando que te subas con
tus herramientas, tus ganas, y tu historia.
Porque emprender no tiene edad. Solo tiene intención. Y si
esa intención viene con tornillos, melamina y emojis… mejor aún.
¿Y tú? ¿Qué estás soñando construir?
Asisitido por IA-Copilot



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