Una carta para mi mamita para mi virgis.. II Carta 15 años despues


Hay abrazos que se quedan colgados del alma como farolitos que nunca se apagan.

Hace casi quince años, mi madre tomó el vuelo más alto, pero todavía siento su risa caminando por la casa, el eco de su voz en mis días difíciles y esa costumbre suya de encender la esperanza aunque hubiera apagón en el corazón.

Recuerdo la última noche que la vi…La casa estaba en silencio, solo la vela temblaba como si quisiera escuchar mejor. Ella me miró con esos ojos donde cabía el mundo, me tomó la mano y dijo con serenidad de nube madura:

—Hijo, ya me pusieron alas… muy pronto me voy a morir.
Yo, torpe y asustado, intenté cambiar de tema como quien corre cortinas para que no entre la verdad.

Pero mamá era más sabia que uno: continuó, sin prisa, como si hablara de preparar un viaje.
Me encargó a mi hermana, me pidió que cuidara de mí, que hiciera una familia, que nunca me soltara de Jehová Dios.

Su voz era tan suave… pero tenía el peso de una despedida. La abracé como quien quiere encerrar el tiempo entre los brazos.Ella ya había recibido un diagnóstico implacable: no había nada más que hacer, solo darle calidad de vida.

Le dieron tres o seis meses…pero vivió seis años más, retando a la medicina como una guerrera testaruda.


Esa noche nos quedamos juntos, hablando bajito, como si las palabras pudieran engañar a la muerte.La vela iluminaba su sonrisa,y yo me sentía niño otra vez, queriendo esconderme en su pecho.

Al día siguiente, como cada lunes, salí de madrugada hacia la otra ciudad donde trabajaba.
Quise quedarme… pero uno siempre cree que habrá más tiempo, otro abrazo, otra llamada, otro café con pan.


Los días siguieron con llamadas diarias, como si la voz trajera el milagro de detener la vida. Después de tres infartos cerebrales, mamá era como una niña: suave, risueña, frágil.

Hasta que una mañana el reloj decidió no perdonar. Mi hermano llamó dos veces. No pude contestar… estaba contando monedas en el banco.

Cuando devolví la llamada, ya lo sabía… Lo había presentido desde la noche anterior.

Mi madre había dejado de respirar hacía unos minutos. El mundo se me cayó encima como cielo sin sostén. Pensé en la noche previa, su abrazo, sus palabras, –“Ya me pusieron alas”–
y entendí que ella había sabido todo antes que yo.

No volvió a estar al otro lado del teléfono. Fue un adiós anticipado sin timbre de urgencia.

A veces postergamos un viaje, o dejamos para mañana un abrazo, y la vida, silenciosa pero puntual, nos quita la oportunidad del último beso.

Hoy, después de casi quince años,quiero decirle –por si me lee desde el cielo– que no la olvido, que siempre la llevo en mi pensamientos y en mi corazón, que cada consejo suyo se ha vuelto escudo, que sigo buscando su voz en las noches de silencio, y que aun cuando no está… sigue siendo hogar. 

A quienes todavía tienen a sus padres, ámelos sin vergüenza, respétenlos sin medida, abrácenlos como si el tiempo fuera de papel delgado. Cuiden a esos ángeles de carne, porque aunque tengan alas, no vuelan para siempre aquí.

Mamá, sé que tus alas tienen plumas de luz. Gracias por la fe, por la risa, por enseñarme a caminar incluso cuando ya no estabas. No te olvidé. Ni un solo día. Ni un solo suspiro.

Una lagrima rodó y una sonrisa embocé, los recuerdos como tráiler de película pasan por mi cabeza, tus alegrias, tus ocurrencias y recuerdo el ultimo verso que escribí en tu última morada:  "Te vere en mis sueños, vivirás en mis recuerdos porque el amor que nos tuvimos es infinito y eterno."

Primera carta: https://wallylobo.blogspot.com/2011/01/una-carta-para-mi-mamita-de-mi-corazon.html


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