domingo, 16 de mayo de 2010

Cruzar miradas...



Parado frente a ella, se acerca poco a poco intentando decir de manera sutil que deseaba ser atrapado entre sus brazos, esposados en sus labios, contemplaba su mirada le contaba sobre su mal día intentando desviar su mirada no hacer sentir sus penas, sus dudas. Dudas que podrían ser aclaradas con un simple te quiero, que no llegaba y aun así lo que fuese posible para que pudiese notar ese deseo. Sus miradas ahí enlazándolos en una conversación logro robar un beso que hizo que se diera cuenta que la cosas estaban aun pero de lo pensaba el sentimiento que los unía perdía su fuerza y que en cualquier momento solo seria un recuerdo. Con el corazón casi destrozado se decide a abandonar aquella escena pero es detenido suavemente por una mano que entrelazaba sus dedos, la otra mano lo pone en el rostro para guiarlo hasta sus labios, un suave beso hace que las cosas se calmen por un momento. Mientras caminaban se cruzan con una pareja donde ella lo mira fijamente es una mirada algo incomoda pero a la vez le hace sentir bien. Entre sus miles de monólogos imaginarios se dice para si mismo


La cuidas de miradas, miras alrededor para fijarte si alguien la mira, lo retas con la mirada, tu supuesto contrincante baja la mira (aunque no siempre) pero no piensas de que ella es la que propicie esa mirada, que es ella la que esta mirando, pero temes darte cuenta que puede ser cierto la segunda opción de tus pensamientos pero solo confías en ella, solo la quieres amar y creer que los del problema son los demás. Como una daga que atraviesa tu alma provocando un gran dolor que tienes que disimular aparentar que sus palabras no hicieron tanto daño como parece y palabras tras palabra siguen lastimándote y tratas de ignorar la situación con la complicada elección de preferir la tortura a la que vienes siendo sometido de manera masoquista, te da tanto placer el ser lastimado pero tu crees que vale la pena con tal de compartir con ella cas momento al limite intentando demostrarle que ella es todo. Comienzas a tramar eso que crees poder hacerlo, imaginas el momento en el que dirás basta, esto llego a su final, tienes la estrategia perfecta pero… un solo toque que te pueda dar, un beso o un mínimo gesto de cariño que te puede dar para desbaratar toda estratagema ya ideada.


Oye te estoy hablando fue la palabra mágica que hizo terminar el monologo, con una respuestas casi inmediata de si, si claro da por solución a su minuto de ausencia.




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